Santiago Cubides Gutiérrez
En Cuanajo, estado de Michoacán, hay una calle para ir pero no para venir y hay niñas y niños que juegan al “tonto del paseo”. El juego consiste en escoger y mandar por la calle al más tonto, que se va y, como es una calle para ir pero no para venir, nunca vuelve.
El tradicional juego se remonta a los orígenes del pueblo. En aquel tiempo se trataba de una contienda entre el grupo de los niños y el grupo de las niñas. Así, mutuamente, jugaban al “tonto del paseo”. Con los años el juego se complicó, y los dos grupos, con sus inquietudes y abrumados por el tedio, decidieron modificar las reglas del juego; cambios a los que nadie se interpuso y reglas que han ido cambiando a lo largo del tiempo. Hoy en día el juego consiste en elegir a los turistas incautos y con caras de tonto y, con señas erróneas, hacer que se desvíen calle adentro. Hecho que provoca en los niños sobresalto y euforia. Cuando un niño llega a su casa, se puede ver su entusiasmo. No más abrir la puerta dice mamá seis, y su madre, que antaño jugaba, entiende y lo celebra con sopa de papa y un biscochito.
En vacaciones se van a la boca, en la esquina toman helado y esperan con impaciente paciencia. Entonces llegan los otros con sus vestiditos fulgurantes que los delatan y los niños con regocijo contenido juegan al “tonto del paseo”.
Llegado el momento exacto dan las señas con sus deditos afilados y mandan al turista que se va, calle abajo, y no regresa nunca. Entonces los niños sonríen, saltan y bailan y dan gritos de alegría.
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