6:43


Oswaldo Guevara Méndez
[…] asómate por la ventana, querida,
y observa la última hoja de hiedra contra el muro.

La última hoja
O. Henry



EL URAPÁN suelta la última hoja mientras un chiquillo le esconde el palo de escoba, transformado en caballo, al hermano menor quien desperdiga, con berrinches y en un escalón, las gomas ofrecidas una a doscientos, tres por quinientos, siete en mil, en buses o ejecutivos hartos de personas con maletines, bolsos y mochilas cruzadas al pecho evitando un chalequeo imposible de evitar si el de gorra anda con suerte, tranquilo, que después va y trueca por siete panes con queso, media panela y la bolsa de leche para la mañana o esa misma noche cuando termina de laborar y regresa en colectivo, cebollero, trasmi con su morral, gorra, sudor y miradas a la mamá de los chiquillos con bolsas medio llenas de gomas que van riéndole a la mujer, ojos rojos, aburrida por su último jornal, la liquidación, y mira a los dos chicos sin el palo/caballo que reposa entre el sardinel y la alcantarilla de donde sale una rata valiente en busca de bazofia o de un grumo de pan del perro caliente sin piña y un vaso de gaseosa pedido desde un taxi todo amarillo y placas y radioreceptor escupiendo direcciones y palabras como Alfa o Colombia que recoge a un hombre zapatos negros y lo suelta en una zona de piernas, amantes, tetas de género ambiguo y sexo seguro mas no seguro esquinas abajo del palo/caballo descubierto y trozado por un viejo sólo barba, mugre, soledad que arranca a golpear las llantas de los buses o taxis con la cabeza del caballo y a esperar la moneda, el billete o la excusa para el chute después de reírse del chofer o del peatón de corbata, temor y zapatos negros quien lo presume armado y se siente paranoico luego de despedir a la de ojos rojos que va con cara de yonofuí a contar la mala noticia a un niño recordado por los del palo/caballo y al del taxi que duplica su labor desde esa noche y tranquiliza a la mujer con lágrimas ocultas de puro orgullo al recoger los pocillos de la junta del paranoico de zapatos negros que camina hacia la avenida buscando un taxi que por culpa del afán, la restricción y la necesidad de salir a divertirse antes de llegar donde la esposa que habla por celular con el amante que dicta clase de ecología y se monta en el ejecutivo, mochila cruzada y arrebujada, de frente al de gorra y morral quien sospecha imposible esa vuelta pero segura con el paranoico de zapatos negros que transita la calle.

Del urapán y de su última hoja ninguno se enteró.

No hay comentarios:

Publicar un comentario