LetrAtaque + La Calle # 1

Escalera al suelo

Juan de Dios Sánchez Jurado.


Propones un paisaje, lo deambulo, un rosario de cuentas intermitentes, interminable. La
ciudad, la calle, la gran vitrina, el gran hocico con dientes de plástico mordiéndome los
talones. Su aullido vicioso anunciando luz verde, luz verde, luz verde y decir no sería
demasiado alternativo, optar por un aullido distinto me pondría al margen de ser una
rama rota, un eslabón perdido, un intento fallido de revolución unipersonal, ten-ta-ti-va.

Dejarse tentar, cargar un par de diablillos en cada hombro aconsejando locuras, delirio
de persecución/delirio de persecución/just cos you feel it, doesn´t mean it´s there.

Habrá siempre un anuncio, una pantalla, un grafiti, confeccionando sus deseos a manera
de órdenes y quién mejor para cumplirlas, ¿yo?, aunque me resista, ¿yo?, romper con el
dedo índice la llama de una vela, mirar al cielo y embobarse con el trayecto de un avión,
o la promesa en la valla publicitaria garantizando la felicidad en-un-par-de-zapatos.

Trato de remar hacia el lado contrario de la sugerencia, de la su-gerencia, del there's
someone on your shoulder gerenciando una diablura, un billete, una ilusión, un
segundo. El tiempo es una golosina con quilates, y quien no tiene televisor no sabe,
no pierde, el resto es angustia, delirio de per-se-cu-ción. Al alcance de la mano está
la felicidad o al contrario. Tú, pequeña ave, corazón con plumas, remojado, un latido
ensortijado en una melodía de auxilio, luz verde, luz verde, luz vitrina, gran hocico,
grillete de lujo, luego arrastro, luego existo.

Finalmente calzado, asombrosamente los cordones, fiera domesticada acurrucada en
un rincón, tranquila, un par de gomas cubriendo sus pesuñas, viviendo la emoción
del tiempo limitado, de la golosina con quilates, de respirar un alivio apunto de
caducar, barrido por las cerdas de la escoba nueva, ignorante del camino a la adicción,
pavimentándolo de poquitas concesiones.

Decreto

Alexander Ríos


Por el cual el Gobierno Nacional, en ejercicio de sus facultades

constitucionales decreta que:

       Las personas cuyo número de cédula termine en 1 y 2, no podrán salir a la

calle el día lunes.

       Las personas cuyo número de cédula termine en 3 y 4, no podrán salir a la

calle el día martes.

       Las personas cuyo número de cédula termine en 5 y 6, no podrán salir a la

calle el día miércoles.

       Las personas cuyo número de cédula termine en 7 y 8, no podrán salir a la

calle el día jueves.

       Las personas cuyo número de cédula termine en 9 y 0, no podrán salir a la

calle el día viernes.

Comuníquese y cúmplase.

La fucking paranoia

Andrés Hurrible

de estar sentado en una silla dentro del bus tratando de concentrarme en la música del mini iCoso, evitando mirar tras los cristales la miseria concentrada en su supervivencia, sabiendo que con en la mínima oportunidad se subirán cinco hijosdeputa con cuchillos y posiblemente un tote a esculcarnos a todos con sutil y elegante violencia en plena euforia de coca más o menos fina. Por suerte un soldado, artillero de dos rayas >> y antorcha dentro de una C se sube al busesito este no tan destartalado y me ofrece una bala  de oxígeno.

6:43


Oswaldo Guevara Méndez
[…] asómate por la ventana, querida,
y observa la última hoja de hiedra contra el muro.

La última hoja
O. Henry



EL URAPÁN suelta la última hoja mientras un chiquillo le esconde el palo de escoba, transformado en caballo, al hermano menor quien desperdiga, con berrinches y en un escalón, las gomas ofrecidas una a doscientos, tres por quinientos, siete en mil, en buses o ejecutivos hartos de personas con maletines, bolsos y mochilas cruzadas al pecho evitando un chalequeo imposible de evitar si el de gorra anda con suerte, tranquilo, que después va y trueca por siete panes con queso, media panela y la bolsa de leche para la mañana o esa misma noche cuando termina de laborar y regresa en colectivo, cebollero, trasmi con su morral, gorra, sudor y miradas a la mamá de los chiquillos con bolsas medio llenas de gomas que van riéndole a la mujer, ojos rojos, aburrida por su último jornal, la liquidación, y mira a los dos chicos sin el palo/caballo que reposa entre el sardinel y la alcantarilla de donde sale una rata valiente en busca de bazofia o de un grumo de pan del perro caliente sin piña y un vaso de gaseosa pedido desde un taxi todo amarillo y placas y radioreceptor escupiendo direcciones y palabras como Alfa o Colombia que recoge a un hombre zapatos negros y lo suelta en una zona de piernas, amantes, tetas de género ambiguo y sexo seguro mas no seguro esquinas abajo del palo/caballo descubierto y trozado por un viejo sólo barba, mugre, soledad que arranca a golpear las llantas de los buses o taxis con la cabeza del caballo y a esperar la moneda, el billete o la excusa para el chute después de reírse del chofer o del peatón de corbata, temor y zapatos negros quien lo presume armado y se siente paranoico luego de despedir a la de ojos rojos que va con cara de yonofuí a contar la mala noticia a un niño recordado por los del palo/caballo y al del taxi que duplica su labor desde esa noche y tranquiliza a la mujer con lágrimas ocultas de puro orgullo al recoger los pocillos de la junta del paranoico de zapatos negros que camina hacia la avenida buscando un taxi que por culpa del afán, la restricción y la necesidad de salir a divertirse antes de llegar donde la esposa que habla por celular con el amante que dicta clase de ecología y se monta en el ejecutivo, mochila cruzada y arrebujada, de frente al de gorra y morral quien sospecha imposible esa vuelta pero segura con el paranoico de zapatos negros que transita la calle.

Del urapán y de su última hoja ninguno se enteró.

We own the streets

Artista: Manuel Hernández

Rebusque

Luisa Fernanda Trujillo


hurga los escombros 
abandona el polvo de cemento 
que habita en los ladrillos 
               recoge sus astillas 
colecciona el brillo inmortal de las varillas 
      sacude los agüeros 
            rehace lo deshecho 
                   y con olfato de sabueso 
                           vuelve y arma el mapa 
                                  de su existencia 
cava

cava hasta librar la vida 
hasta engordar sus callos 
que vende 
                                  al por mayor 

Habitación 504


Jerónimo García Riaño



Las luces artificiales golpeaban el oscuro cielo haciéndolo llorar en mil colores -esas lágrimas contrastaban con los rostros asombrados de aquellos que observábamos el espectáculo-. La gente cruzaba sus emociones en fuertes abrazos combinados con llanto y alegría, eran verdaderos abrazos: acercaban los pechos y las mejillas.

Las calles parecían serpientes grises tatuadas de rojo, verde y blanco, que emanaban de su piel el vapor de una noche sudorosa. Las casas parpadeaban sus ojos a través de las ventanas, y la música tenía una silueta en forma de parranda. Los niños jugaban alegres entre los árboles que, sorprendidos por esa noche diferente, compartían el bullicio de la vida. Mujeres traían comida y hombres bebían sin parar, luego comían para espantar alucinaciones. El ding dong de las campanas de la iglesia marcaba el compás de la noche de los abrazos. La muerte, en forma de fuego, se apoderaba de un hombre de trapo que, después de algunos segundos, gritaba su triste agonía al son de un tac... tac... tac... tac...pum. El cielo seguía llorando mil colores.

El viejo Miguel acercó su silla de ruedas a nuestra ventana para ver en una sola foto aquellas emociones de los hombres. Su  máscara de oxígeno le estorbaba en los ojos y se la quitó. Yo apoyaba mis brazos con dificultad sobre el marco de la ventana para no caerme, la fuerza de mis piernas se tornó insuficiente para sostenerme por mí mismo.

-Don Miguel, no quedó de otra –le dije.
-Si, compañero… Estoy de acuerdo –me dijo con la mirada fría.

Entonces lo abracé, entonces me abrazó. El sujetaba mi débil y frágil cintura, y yo rodeaba su cuello con mis brazos.

-Feliz año nuevo, don Miguel.
-Feliz año, joven.

Luego nos soltamos y me dijo:
-Lástima que en este hospital no sirvan vino.

El vendedor de paraguas


René Segura

Siempre que llovía salía un vendedor de paraguas a la calle, exactamente a la plaza principal de una pequeña ciudad. En medio de la lluvia gritaba y ofrecía sus paraguas, pero apenas terminaba la lluvia se marchaba a su casa.

Un día en plena lluvia un hombre le dijo:
—Siempre he visto que cuando llueve vende usted sus paraguas y al dejar de llover los recoge y se va ¿por qué lo hace?

El vendedor contestó:
—Las personas solo deberían comprar paraguas cuando llueve. ¿Qué sentido tendría venderlos o comprarlos cuando no llueve?

Y continuó vendiendo paraguas en la mitad del pueblo y de la torrencial  lluvia.

Un claro

PedaleandoescribO


Naturalizamos todo tanto que al final se volvió lo normal.
Ciudad carente de árboles que desparrama cemento en cada acera.
Montones de estrellas tapadas por tanto edificio.
En nuestros cuerpos, los vicios
Que nos venden con avisos
Que nos vuelven más sumisos
A la tele, a los diarios
A que otro se haga cargo
Postergarnos las sonrisas los hace fuertes en su orden
Reírnos libres es cuestión de todos los días, fomentando el desorden
Desobedeciendo tanto poder pautado, de trabajo diario
De soldados asalariados
Nos corremos a un costado a mirar de otra forma el asunto
Creando y propagando nuevas formas para lograr nuevos rumbos 

El tonto del paseo

Santiago Cubides Gutiérrez

En Cuanajo, estado de Michoacán, hay una calle para ir pero no para venir y hay niñas y niños que juegan al “tonto del paseo”. El juego consiste en escoger y mandar por la calle al más tonto, que se va y, como es una calle para ir pero no para venir, nunca vuelve.
El tradicional juego se remonta a los orígenes del pueblo. En aquel tiempo se trataba de una contienda entre el grupo de los niños y el grupo de las niñas. Así, mutuamente, jugaban al “tonto del paseo”. Con los años el juego se complicó, y los dos grupos, con sus inquietudes y abrumados por el tedio, decidieron modificar las reglas del juego; cambios a los que nadie se interpuso y reglas que han ido cambiando a lo largo del tiempo. Hoy en día el juego consiste en elegir a los turistas incautos y con caras de tonto y, con señas erróneas, hacer que se desvíen calle adentro. Hecho que provoca en los niños sobresalto y euforia. Cuando un niño llega a su casa, se puede ver su entusiasmo. No más abrir la puerta dice mamá seis, y su madre, que antaño jugaba, entiende y lo celebra con sopa de papa y un biscochito.
En vacaciones se van a la boca, en la esquina toman helado y esperan con impaciente paciencia. Entonces llegan los otros con sus vestiditos fulgurantes que los delatan y los niños con regocijo contenido juegan al “tonto del paseo”.
Llegado el momento exacto dan las señas con sus deditos afilados y mandan al turista que se va, calle abajo, y no regresa nunca. Entonces los niños sonríen, saltan y bailan y dan gritos de alegría.

La Calle


Artista invitado: Jhonny Casilimas

Convocatoria LetrAtaque # 2 - El espejo

Lanzamiento de LetrAtaque #1 en “Sábado simpático”


El sábado 27 de agosto, a partir de las tres de la tarde, LetrAtaque hará el lanzamiento de su número uno dedicado esta vez a “La calle”. El evento se llama “Sábado simpático” y estaremos junto con la publicación “La matera” número 4, “El subterráneo”, de Jeffrey Esquivel; “Tragedias y otras ridiculeces”, de Alexander Ríos, y “Guillotina”. Por si fuera poco, buena música a cargo de Las malas amistades http://www.malasamistades.com/, McPerro http://fashionweak.bandcamp.com/, Los conformes, Mugre http://www.myspace.com/bonilmugre; Performance.


+
Publicaciones invitadas
FIN-ZINE - Karen Ardila
Jardin Publicaciones http://www.jardinpublicaciones.com/
Ediciones La Butaca https://www.facebook.com/profile.php?id=100002305126546
Fanzine El Señor http://www.elsenior.tumblr.com/
(en aumento)




PROGRAMACIÓN


5 - Los conformes
5:45 - Lectura letrAtaque
6 - Mugre
6:45 - [farsa] tragedias y otras ridiculeces
7 - Las malas amistades
8:30 - McPerro




“SÁBADO SIMPÁTICO”
Sábado, 27 de agosto, 15 a 22 hs.
Lugar: La casa interior (Calle 67 No. 26-21. Siete de agosto)


Enlace Facebook: http://www.facebook.com/#!/event.php?eid=149072281842731


No se lo pierdan, va a estar bueno.


Bogotá, 2011

Lanzamiento del # 0. Cuaderno de apuntes 0

LetrAtaque se presentó en sociedad un viernes, 29 de abril, del año 2011, entre las notas graves del contrabajo de Nataly Linares y los dibujos de Carlos Alfonso, "Carlitos".

Fueron sus padrinos todos aquellos que nos acompañaron a la velada, familiares, amigos, compañeros de causa y de andanzas.

Ya, en el límite de cierre de la convocatoria para el #1 "La calle", 1o de junio, letrAtaque ha paseado por librerías, centros culturales, cafés, universidades; ha estado presente en la FILB, en la FLIA, y en Publicatoria 2011, todos eventos que renuevan aires y motores por las publicaciones independientes, sin otro compromiso más que el arte honesto, y la defensa de la lectura y de la creación.


Bogotá, 2011

LETRATAQUE # 0 La mentira

La edición 0 es pura mentira. 
Si tú, lector, buscas verdades tememos decepcionarte. Si, en cambio, recibes y lees estas líneas como la mentira que son, encontrarás la verdad.
C R I A T U R A S V O L A D O R A S ( P O P  U P  2 )
 Andrea Salgado

en el siglo XXI
hasta los insectos
parecen haberse resignado
al goce  plástico
aparentemente la  sobrepoblación
causó incremento
en la producción de flores artificiales
y    muñecas    inflables
entre   otros   sustitutos   del   hambre
sin   embargo   la   tecnología   de   lo   falso   no   ha    logrado
perfeccionar  la  satisfacción

las abejas se alejan orgásmicas llorando lágrimas de  Splenda
Tarde de verano con Holly Golightly
Jeffry Esquivel
Comienza con Holly Golightly cantando On the fire.
Comienza con sol y sin un destino fijo.
Comienza con rayos de sol pasando entre los árboles.
Y la melancolía y el dolor de la voz de Holly revolviéndote las entrañas, porque sus palabras son tus palabras, porque ella entienda esta tarde solitaria.
Después de unas  cuadras algo aparece, uno de esos detalles que te sacan un sonrisa, un gato que se te acerca, una sonrisa inesperada, una palabra exacta, cualquier cosa, alguien que te saluda en la calle, y todo parece ser hermoso y tener sentido, y piensas que no estás solo, que siempre hay algo.
Luego sigues tu camino y cuentas hasta tres, uno, dos y tres, y estas solo de nuevo, y  sigues sin saber a dónde ir, pero no quieres ir a casa. El sol está brillando.
Y miras al cielo y recuerdas las palabras y todas las cosas que han quedado atrás.
Y piensas y le das vuelta otra vez, y otra vez, y no vas a ningún lado.
Y dices: Si tan solo hubiera empezado diferente a lo mejor no estaría caminando solo, si lo hubiéramos intentado de verdad, sin mentiras, sin engaños, sin esconderse, todo hubiera sido diferente.
 Y vienen los recuerdos y vez que todo fue un engaño, que la mentira siempre daño todo,  que todo se hizo mal, y duele porque querías hacerlo bien, pero la mentira consume todo.
Y maldices, y dudas de todo, y sientes un vacío tan profundo como el fondo del mar. Y el sol brilla más que antes.
Y quieres llamar pero sabes que te va a doler, y que eres una hoja del pasado.
Y que es muy tarde para cualquier cosa.
Y vuelves al inicio, a que si todo hubiera empezado sin mentiras y cuando te das cuenta, la tarde se ha terminado y estás lejos de casa.
Metodología para cazar promesas
Oscar Corzo

La mejor arma para cazar promesas es una red para mariposas. Quien no me crea y suponga que mi arma de casería es ineficaz debería estudiar mejor la anatomía de las promesas. Si no las conoce, bueno ¡debería avergonzarse! ¿Cómo puede ir por la vida sin distinguir las promesas falsas de las verdaderas? Pero descuide; pensando en  personas como usted escribo esta metodología. Es mi deseo ilustrarle. Escúcheme bien; no repetiré nada. Anote en su libreta. Suelen tener, bajo el caparazón azul, un par de alas guardadas, que se pliegan casi hasta el límite de sus ocho patas. El único equivalente para semejantes alas son las de la mariposa. Sin ser exactamente iguales, se parecen bastante, salvo por las plumas en la parte superior y las escamas inferiores, que como sabrá, no las tienen las alas de  las mariposas. Las promesas nacen con facilidad, pero agarrarlas en pleno vuelo suele considerarse una tarea titánica. Algunas (las más hermosas) se marchitan demasiado pronto. Dicen que las promesas verdaderas se marchitan aún más rápidamente. Acostumbro a coleccionar promesas como pasatiempo. A veces las estudio. Sé que tienen su taxonomía propia, pero la documentación es escasa. Todo lo que sé tuve que aprenderlo todo por mí mismo. En el principio nunca supe cuáles eran falsas o cuáles verdaderas (digamos, para simplificar, que esta distinción es única en la especie y que su división homologa en los demás seres vivos es lo masculino y lo femenino, sin ser exacto catalogarles en un solo género). Las promesas falsas siempre son hermosas, estrafalarias, pero en realidad su valor disminuye al ser muy comunes. A veces pareciese que solo existen estas, y que las otras son míticas, pero no es así. Lo sé. Mi teoría es que falsas y verdaderas se necesitan para existir. ¡Pero si usted comprendiera la escasez de promesas verdaderas! Pensaría entonces que mi modesta tarea de estudioso es estúpida, y tal vez tenga razón. Creo conocer a todos los cazadores de promesas de la ciudad. Ninguno ha cazado jamás una promesa verdadera. Alguna vez creí hacerlo, y fue, como dije al principio, en el centro de la ciudad. Paseaba yo con mi red junto a la Plaza de Bolívar. Caminaba en dirección al sur. Junto a la catedral privada vi un feo gusano. Al principio me compadecí de él y quise llevarlo a un sitio seguro, pero al levantarlo y verlo más cerca descubrí que en realidad era una promesa sin alas. ¡Una promesa sin alas! No sé por qué llegué a esa conclusión si en realidad jamás había visto una equivalente, pero en sí, era extraña. Tenía muy mal aspecto. Pensé que si las promesas falsas eran hermosas y ágiles al volar, en contraposición, las verdaderas serían feas, babosas y gordas. Metí al gusano en mi pequeño porta insectos y seguí mi camino. Pero no me creerá; ¡encontré otra promesa verdadera, otro gusano repugnante junto a la Casa de Nariño! Lo primero que pensé fue “este es mi día de suerte” y luego, me resultó inevitable dudar de lo irrepetible de mi descubrimiento. Tomé este nuevo gusano que era un poco más repugnante que el anterior y también lo metí en mi porta insectos. Decidí llevarlos a la sociedad de estudio taxonómico de las promesas, junto a la Universidad Nacional. Aunque tenía miedo, quise alardear un poco. Decirles, “he encontrado dos especímenes de lo que ustedes han buscado por años” en realidad no me importaba equivocarme. Solo deseba ver sus rostros y su momentánea admiración. Lastimosamente, cuando luego de hora y media de caminata, por fin llegué y les hablé, el suspenso que yo deseaba fue remplazado por un inescrupuloso escepticismo. Ellos estaban pensando ya declarar su búsqueda de la promesa real una tarea baldía e inútil. Les dije; esperen, no teman, encontré las verdades genuinas, las promesas más extrañas de todas. Abrí mi porta insectos. Y a que no imaginan lo que encontramos. Dos feas promesas falsas, con alas cafés que apestaban a estiércol. Habían cagado todo dentro de mi porta insectos y ahora volaban, con una lamentable y terrible mediocridad. En realidad apenas y podían volar. Terminaron muriendo frente a la escéptica mirada de los estudiosos, que al ver mi porta insectos, todo lleno de estiércol, no pudieron evitar su carcajada. Lo que obtuve a la final fueron golpecitos de compasión en mi hombro. Me dijeron; “descuida, no tienes el mérito de encontrar la única promesa verdadera en nuestra investigación, pero al menos, será irrefutable tu mérito de encontrar las promesas más espantosas de la historia” observé con tristeza mis dos gusanos muertos, portadores, a pesar de su minúsculo tamaño, de una inmensa cantidad de estiércol. Al parecer, además de feos y repugnantes, resultaron alérgicos a las miradas demasiado inquisitivas. 

Ayer me llamaron del centro de estudios para comunicarme que cerrarían el capítulo de búsqueda, y publicarían una conclusión en la que afirman que la contraparte sexual de las promesas falsas nunca han sido las verdaderas, si no los hechos, unas feas piedras  con cuatro patas que a veces golpean a los desprevenidos, pero a mí aquella declaración me parece necia, tonta, y totalmente carente de lógica. ¿Cómo desconocer la tendencia universal de los opuestos que posee el universo? Yo les contesté, digan lo que quieran, a mí no me importa, yo continuaré caminando con mi red para mariposas, y un día, señores, un día, llegaré a sus casas, y muy felizmente les restregaré en la cara una promesa verdadera,  así sea la única y la última que quede en todo el universo. 

—¿Es una promesa? —me preguntó, inicialmente.

—¡Sí! ¡Es una promesa! —le grité.

El muy desgraciado no contuvo la risa y se burló de mí. ¿Qué opción me quedaba?  Ante tamaña grosería no tuve más alternativa que tirarle el teléfono.
Dibujo - La mentira



Una furtiva lágrina
Isaías Peña Gutiérrez 
“… otro silencio
impulsa el corazón hacia la gota…”
Los cuatro elementos,  Manuel Hernández

El niño corre sobre la sabana sin ningún abrigo, desnudo, feliz. Se ha escapado de los padres que, ahora, preparan el café con leche y los dos panes de yuca, el desayuno. De pronto, tropieza y cae sobre la yerba entrapada por el rocío de la mañana. Rueda por los montículos, se viste de agua, y con sus manos y sus pies juega con ella.
En la tarde que comienza, con el sol que se mete por la puerta, llega a su casa cansado. Bota su camisa en el espaldar del asiento de madera, se acomoda en la mecedora y le pide a su mujer un vaso de agua. Ella le trae, en su lugar, un vaso de tamarindo bien frío. Pero antes le pasa a la mano un bloquecito de hielo. Él lo suspende a cuarta y media de su boca abierta y espera que se desgaje una gota fría. Cae. Lo invade.
El olor se ha extendido por las calles de la ciudad. La niña va a la tienda con la cara envuelta en un pañuelo. También su hermanito. Otros se ponen unas máscaras blancas, parecen todos enfermeros. El olor putrefacto penetra casas y edificios. La radio amenaza con la peste. Se llenan las iglesias, no más sequía, gritan los creyentes; los ateos se encierran en sus casas. La señora del piso 37 no sale hace tres meses. El olor se pega en las paredes y en el sueño se convierte en un celofán que los ahoga a todos. De pronto, la niña que desfallece, sorprendida por el ruido que ha escuchado en la azotea, le pregunta a su mamá:
-¿Qué sonó?
-¡Una gota! ¡Una gota de agua! ¡Ya viene el aguacero! –contesta ella, la imagen renaciendo en la memoria seca.
Se ha quedado mirando la punta del bisturí con que lo han picado. Le han dicho que con ese examen podrán saber si padece o no de diabetes. Y él le ha preguntado a la enfermera si con una sola gota basta.
-Con una gota –repite ella.
Y él no piensa que sin esa única y sola gota, jamás sabrían diagnosticar la causa de su muerte.
Levanta la botella contra su garganta, la frota en medio de las carcajadas de sus amigos, dice, casi ahogándose, unos refranes que ritualizan la posible caída de la última gota de licor, y espera un instante. La luz del amanecer atraviesa los ventanales. Se cuela por el vidrio de la botella. La gota no aparece.

Castilla/Bavaria, febrero de 2008